viernes, 28 de mayo de 2010

LECHUZA - (relato)


Lechuza titubeó sobre el caldero... Aunque el brebaje estaba casi preparado no lograba tranquilizarse pues no había completado su embrujo.

El borboteo burbujeante del caldo, y el vapor que impregnaba su cuarto del rancio olor a plumas húmedas de lechuzas, le recordó el apodo por el que se referían a ella…

—“Lechuza”… ¿por qué me dirán así? —pensó frunciendo el entrecejo. Y se quedó un instante apenas meditando y enseguida dobló su cabeza y continuó revolviendo.

Mientras giraba y giraba el cucharón, sobre la superficie hirviendo se reflejaba trémulamente la imagen de su finada abuela que, sonriéndole burlonamente, le gritaba:

—¡Agrégale más tomillo pues también lo necesitarás para las heridas de tu estúpido corazón!
—¡Pero es un maleficio! —Respondió Lechuza.
—¡¿Es que no ves que tú también te lo estás aspirando?!...

. . . . . . . . .

Orlando Francisco Menéndez
28/05/2010 20:10 (GMT-03:00)

jueves, 13 de mayo de 2010

LA SOPA - (relato)

.
En la noche del miércoles se decidió a hacerlo.
La comida resultaba demasiado dulce y le añadió albahaca.
—Le gusta la albahaca. —pensó.

—Ahora sí. —masculló mientras lo probaba, y procedió a agregarle la poción y a revolverlo para que se mezclara.
. . . . .

El jueves volvió a esa habitación y miró por la puerta entreabierta. El plato vacío y los cubiertos estaban delicadamente ordenados sobre la mesa de luz.

El cadáver con los ojos y la boca muy abiertos, demostraba a las claras que había muerto por asfixia. Pensó que una autopsia podría indicar que su infarto no se debió a que era un paciente hipertenso y salió rápidamente y mientras se alejaba.

—De todos modos, nadie le hará una autopsia… —pensó tratando de calmar su nerviosismo.
. . . . .

El viernes por la madrugada se despertó con mucha agitación, transpiraba.
—¡Las pupilas!... ¡Me olvidé de las pupilas! —se dijo mientras se dirigió a su computadora para consultar en Internet.
—¿Tenía las pupilas dilatadas? ¡Por qué no me acerqué a mirar de cerca! ¿Dilata las pupilas la etilefrina? ¡¿Dilata las pupilas…?!


Orlando Francisco Menéndez
Viernes 13/05/2010 13:30 (GMT-03:00)

lunes, 10 de mayo de 2010

EL SECRETO DE LA ESCOBA MALDITA - (relato)

La escoba arrumbada en la esquina del altillo estaba tristemente abrazada por las pegajosas telas de araña opacas por polvo y pelusa depositadas sobre ella.

Ya no cumplía su propósito. La última que había intentado utilizarla, fue la que tropezó misteriosamente en la mismísima y crujiente tabla desclavada del piso de madera.



El tiempo se había hecho sentir, pues de sus lóbregos restos sólo quedaban huesos pelados y algunos jirones de tendones y partes de piel ya seca que todavía resistían al inexorable tiempo, que a su paso destruye todo con su inevitable entropía.


El cuero cabelludo de su cráneo continuaba decorado grotescamente con esos cabellos castaños que se negaban a encanecer. Y las excesivamente largas y curvadas uñas de sus manos parecían contrastar con la ausencia de su dedo anular izquierdo.

Yo había tomado la precaución de caminar muy lentamente, con paso seguro y firme para no tener ese mismo funesto resultado. Pero cuando logre estar frente a la escoba, instintivamente me encontré mirando la alianza de mi mano izquierda y atisbé una sonrisa mientras me incliné para quitar las telarañas. . .


Comenzaba a lograrlo, cuando sentí que mis manos se inmovilizaban al sonido aturdidor mientras yo luchaba por incorporarme.


El altillo, las telarañas, el polvo y el macabro esqueleto, se volvieron a esfumar en el amanecer. Y la maldita escoba seguía impunemente guardando su secreto.


Orlando Francisco Menéndez

sábado, 8 de mayo de 2010

MATEMÁTICAMENTE PSICOLÓGICO (cuento corto)

.
¿Acaso no lo entiendes?

Si usaras empatía y comprendieras que yo también vivo momentos adversos, sabrías esperar. Es muy sencillo:

La diferencia de códigos en la comunicación, es directamente proporcional a los sentimientos adversos de los momentos vivenciales de las partes.

Como no es posible modificarlos, debe recurrirse a desfasar los tiempos.

La extemporaneidad concordada para postergar el encuentro puede evitar la eclosión de desesperados paroxismos que producen los sincronismos en dichos estados.

Pero, como el saber esperar hasta el tiempo oportuno, resulta imposible en los estados de desesperación, inexorablemente llega el absurdamente innecesario fin de la relación.

Es lamentable pero muy sencillo.
Es,… matemáticamente psicológico.



Orlando Francisco Menéndez

lunes, 3 de mayo de 2010

MUJER CON CALABAZA (cuento)

.
La madrugada del Lunes resultaba sombría para esa neurótica calabaza que sostenía sobre sus hombros a modo de cabeza. No pudiendo conciliar el sueño, se apresuró como un zombie a sentarse frente a su computadora y conectarse a Internet.

Las perforaciones que hacían las veces de ojos, intentaron ver vídeos de su lejano amigo, pero pronto sintió que las sombras de sus fantasmas ensombrecían lúgubremente a su aterrada alma.

Intentó escuchar los sonidos del exterior y un ensordecedor silencio la quemó con escalofríos… Sí, efectivamente, los ardientes chillidos de los feos y temibles pajarracos de su jardín entonaban disonantes acordes de fúnebres ultratumbas.

Desesperada escribió apresuradamente un mensaje por Facebook esperando hallar salvación de las abismales profundidades en las que se estaba sumiendo.

Subir a la cumbre de la montaña por donde se asomaba la Luna, para arrojarse desde allí no le era posible ya que no acostumbraba a caminar, salvo en la cinta de gimnasia estática que ya ni su perrita utilizaba. Sabía que jamás llegaría ni siquiera a acercarse al pie de la montaña.


Entonces se lamentó que en su Beldam City no hubiese rieles de tren donde arrojarse para acabar con su malograda vida…. Vida que se le seguía escapando de las manos, escurriéndosele en la ausencia de los orgásmicos gritos de agonía que anhelaba emitir desde lo más profundo de su ser… y por su piel.

El espejo le seguía demostrando que estaba llena de vida, pero el almanaque de su vida le indicaba lo contrario.


Vez tras vez, pensaba en la fecha que figuraba en su partida de nacimiento y enloquecía de desesperación.
Pensar en los amigos de su juventud no la ayudaba. Menos aún el observar cómo los ídolos de la canción de aquellos tiempos, estaban ya sumamente arrugados y decrépitos. Greybeard no era el mismo Greybeard. Elvis ya estaba muerto aunque algunos insistieran en creer que Elvis estuviera vivo. Y para colmo de males, su esposo Husband seguía siendo el mismo de siempre...

Comenzó a sentir los latidos de su corazón. Tomó el teléfono y llamó a su amigo Saxon, médico ya cansado de soportarla, cuya voz calma solía tranquilizarla un poco:
—Está bien que escuches los latidos de tu corazón, pues eso significa que estás viva... Llámame cuando ya no los sientas...—
Mientras tanto, observaba llena de temores la forma en que Penman, que podría ser el gran amor de su vida, estaba a una distancia inalcanzable... Aterrada presentía que algunas mujeres se le estaban acercando demasiado… y lo perdería para siempre.

Su vida era su muerte. Moría su muerte día a día.

Desesperada tomó el teléfono y comenzó a discar, pero se detuvo y colgó. —¿En qué tono le hablaré?— masculló dubitativamente. Decidió que era tiempo de esgrimir su faceta de llorona:

— Hola mi amor ¿ya no me quieres?— gimió con la abertura de su calabaza que hacía las veces de boca.

. . . . . . .

Orlando Francisco Menéndez
03/05/2010 21:40

Acerca de la poesía ▼